El miedo es algo más que un sentimiento (a menudo) negativo, es el freno de la vida, una estocada paralizante, aturdidora, desmedidamente fatigosa. Te consume sin que puedas hacer nada, o casi nada. O dejas que pase o te vuelves su adversario ahuyentándole con una dosis de paciencia y otra de valor. Al miedo hay que mirarle a los ojos, par de grietas opacas, como dos diminutos botones perdidos en un viejísimo costurero. Así es como hemos llegado a Méjico, dando un paso al frente y, también, debemos ser honestos y reconocerlo, bajo la sombra de una de sus siervas -del miedo-: la incertidumbre. Pero pese a ello, pese a las dudas, la luz, esta luz que aquí brilla con tanta intensidad, esta luz que revive los colores, ¡hasta los más grises!, bañando cada rincón de una luminosidad indescriptible, nos impulsa a seguir hacia adelante. Hay un momento en que, justo eso, un impulso, es lo único que puede y debe movernos . A veces pensar no es, tal y como comúnmente se cree, una virtud, a veces hay que actuar, solo eso. Sentir la sangre circular por tus venas como si mañana fueras a morir. ¿Acaso sabes si no lo harás? Si volviera a nacer y pudiera escogerlo eligiría ser mejicano. Quién sabe si me precipito con tan categórica afirmación, pero oye, es que así me ha venido a la cabeza, y lo cierto es que, con el tiempo, algo me dice que, las cosas que a uno así le vienen, aquellas que no se piensan sino que más bien acuden, se presentan ante uno en el momento más insospechado, son de las pocas que podemos fiarnos. El mejicano es un tipo magnífico: educado, jovial y, sobre todo, buena persona. Es lo contrario al miedo, traslúcido, como la ventana por la que todo el mundo desearía asomarse. Me gusta estar aquí, en Méjico, pero me gusta en un sentido mucho más metafísico del que pueda pensarse. Me gusta, desconozco el motivo, este lugar del planeta. Esta latitud, esta cercanía con Belice, Guatemala, Costa Rica, Panamá. Yo que sé, quizá me esté volviendo loco, es probable, de modo que ahora nosotros, por si acaso, nos vamos a comer unos buenos tacos, que según nos han dicho que lo curan todo. ¡Viva Méjico y viva la locura!
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