29.03
"¿Todo tranquilo?" Cada mañana, cada tarde, cada noche, en resumidas cuentas, cada vez que nos cruzamos con “El Cache”, este nos mira y, con una sonrisa franca, nos formula la misma pregunta. “Todo tranquilo” o “Todo bien”, solemos contestarle, más por salir del paso que con ánimo de serle honestos. Sí, puede que todo esté bien, puede también que los minutos transcurran sin pena, puede que el cielo hoy sea más azul que ayer, sí; aunque no lo sé. En el fondo podría ser que la luz que se cuela ahora por la ventana de nuestra habitación brille con más fuerza que nunca-al margen de tanta desesperanza- o podría ser al contrario. Quién sabe. Me gusta imaginar el tiempo como si fuera una infinita sucesión de fichas de dominó que se derrumban una tras otra. Inapelablemente, de manera imperativa y sin nada que poder hacer al respecto. Uno, sin embargo, puede optar entre dos cosas: quedarse hipnótico mirando el desfile o apartar la mirada y darse cuenta de lo demás, que no es poco. La mayoría de las veces, sorprendentemente, optamos por la primera opción, la opción péndulo, que yo le llamo, que es la que nos estrella contra aquel lugar en el que nos pasamos media vida, transitando entre saber qué es lo que queremos y tomar la decisión definitiva. Ahí solemos quedarnos, auto-complacidos y seguros de haber hecho cuanto estaba en nuestras manos. Pero nuestro espíritu, que es indomable, sabe que ese convencimiento -ese postrarse a un destino incorregible- es en realidad fruto de una construcción social que poco o nada tiene que ver con lo que verdaderamente debería motivarnos a seguir adelante. En realidad me pregunto si es posible caer en el autoengaño. Más bien creo que no, que siempre habrá una parte de nosotros que se mantendrá alerta en caso de que pretendamos parapetar nuestra dignidad en el carnaval de los carnavales: en la infinita mascarada donde el “Yo de turno” ansía suplantar al “Yo verdadero”. Así que, “Cache”, no sé si estará todo tranquilo. Quizá la respuesta sea una mera cuestión de óptica, una cuestión de saber quién va a tomar el mando de la contestación: nuestro maleable cuerpo o nuestro indómito espíritu
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