26 de marzo
Calma y más calma, es imposible respirar otra cosa. Deberían tensársenos los nervios, agrietársenos el alma cada vez que leemos las noticias, pero eso aquí es imposible. Es como si estuviésemos viviendo la vida de una réplica. ¿Quizá sea esta la norma en el paraíso? De hecho ¿no fuimos expulsados de él? A veces pienso que nuestro verdadero yo está esperándonos al otro lado de la isla, y lo cierto es que no puedo dejar de sentirme algo culpable por ello. No es que nos esté yendo todo como precisamente imaginamos antes de comenzar nuestro viaje, pero este punto y aparte, este lugar tan al margen del tiempo y del espacio, en el que todo sucede lento, misteriosamente ralentizado, resulta ser, ¡paradojas de la vida!, un oasis en medio del desierto. Aquí las horas transcurren entre miradas al cielo y silencios infinitos complementados -si uno es hábil- con una buena lectura. Ahora estoy leyendo “El infinito viajar” , un interesante ensayo en el que el autor, C.Magris, nos habla de la vida y sus vicisitudes a raíz de sus viajes. Sí, sé que el título suena como aquel milagro del agua convertida en vino, pero a él me llevó una mera casualidad y ahora, qué remedio, me hallo en medio de esta lectura pensando si el destino querrá decirme algo. Pero, para qué engañarnos, yo no creo en el destino. Creo en mí, en mis fuerzas, en mis ganas por descubrir cada día algo nuevo, aunque sea en la manera huidiza que tiene de corretear el mapache que vemos a diario en el jardín. Porque es ahí, en los detalles inadvertidos, donde están las verdaderas cimas. No las busquéis en el mundanal ruido ni en el aire de la ciudad que, a la vez que nos ahoga, nos insta a necesitarlo más y más, buscadlo en el silencio, en lo trivial, en el letargo más que en el frenesí, en la monotonía antes que en la variedad. Pues la belleza, amigos, nunca se esconde, al contrario, se exhibe donde nosotros jamás miramos -en casi todo lo que se extiende a nuestro alrededor- “Todas las cosas fundamentales -el amor, la felicidad, el sufrimiento- suceden por azar o por gracia cuando soltamos las riendas y nos dejamos llevar por la vida”, dice C. Magris.
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