Una fotografía, qué duda cabe, refleja fielmente la realidad… Pero pese a ello, pese a reflejarla fielmente, también tiende, y más en nuestros tiempos, a deformarla. Así pues, deformación y proporción se consagran a la vorágine de la insensatez abocando irremediablemente al espectador a la nostalgia, es decir, a los días en que era capaz de reconocer la verdad, pero también a la incertidumbre, a la duda constante y metafísica sobre si aquello que ve es cierto o no. Z. Baumann dijo que “con nuestro culto a la satisfacción inmediata, muchos de nosotros hemos perdido la capacidad de esperar”.
Pues bien, creo que es en ese culto a la satisfacción inmediata, en esa ansia por consumir, por vivir mil veces una sola vez, por recolectar experiencias como si la existencia fuera una vendimia constante… donde reside la deformación, donde justamente ni se consume ni se vive ni se tienen experiencias sino todo lo contrario, donde se avientan los minutos persiguiendo sombras.
Últimamente estoy fijándome en la manera que tiene la gente de hacer turismo, en la forma del extranjero de recorrer las calles/recintos/monumentos de Delhi, Udaipur, Agra… y hallo a menudo el mismo denominador común (sé lo aventurado qué es hacer generalizaciones, pero me lanzo), algo que, como un mantra, se repite hasta la saciedad: cierta indolencia por lo que se admira. Hemos perdido el respeto por los lugares. Ahora somos nosotros, meros observadores, simples testigos accidentales, los verdaderos protagonistas, los que, cargados de egocentrismo, esperamos una reverencia del mismísimo Taj Mahal…
¿El resultado? Un país inventado, lugares que no existen, felicidad y apariencia disputándose la primera plaza, el éxtasis que cualquiera quisiera alcanzar.
Quien no sabe esperar es imposible que aspire a la proporción. La India es un país hermoso, salpicado de lugares increíbles: el Palacio de los Vientos, en Jaipur, el Templo de Brahma, En Púshkar, el Red Fort, en Delhi…Pero si uno se ciñe a ellos, a veces puede tenerse la errónea sensación de que eso es la India – o cualquier otro país del mundo-, un listado de lugares que hay que marcar con un check.
Nosotros mismos -mi pareja y yo- somos turistas, y seguro que hemos caído en la trampa, no digo que no: la de ensalzarnos frente al monumento, la de pasar ante el lugar de interés como un estambuliota por el bazar… pero, en la medida de lo posible, también queremos conocer otras cosas. Por ejemplo, hemos visitado el National Gandhi Museum, el Indira Gandhi Memorial Museum, el Mughal Garden, sitios, todos ellos, interesantísimos, pero mucho menos frecuentados por el turismo… ¿Por qué? Probablemente porque ensalzarse en un museo no sea tan fácil, o quizá porque allí la satisfacción inmediata no resulte tan rentable… no lo sé.
En cualquier caso, no digo que haya una manera de hacer turismo mejor que otra. Cada cual que satisfaga sus inquietudes como desee. Lo que digo es que, desde mi punto de vista, debemos aprender a distanciarnos, a vivir más lentos, a reposar, a saber esperar cuando sea necesario, y que, solo cuando lo hagamos, es decir, cuando aprendamos todo eso, podremos apreciar la otra belleza, la que está escondida, la que no viene en ninguna guía. La belleza de la que no te hablará nadie salvo tú mismo, cuando, sin esperar nada a cambio, la descubras oteando el horizonte una mañana cualquiera.
Abajo el turismo de postureo y arriba el de empaparse de lo auténtico de cada lugar 👌