Cuando solamente escuches las olas del mar romper
y el viento, de repente, girarse,
como si estuvieses solo en la tierra
y nada, absolutamente nada, dependiese de ti…
Cuando admires la naturaleza y algo indescriptible
te invada en contra de tu voluntad,
como si un millón de huracanes
Removiesen tus entrañas y te hicieran despertar.
Cuando te des cuenta de que la experiencia no es vivirlo
sino sentirlo, poderlo explicar con tus propias palabras
sin importarte demasiado la perfección: pérfida,
indolente, inalcanzable quimera para un simple mortal como tú.
Cuando eches de menos a un amigo, a la familia, a un recuerdo,
y aprendas que los lugares son meros escenarios:
ahí donde ocurre todo, pero donde ahí
en realidad podría ser cualquier sitio.
Cuando soportes la ausencia y su mirada infinita
atravesando tus tuétanos sin sentir dolor:
solo una pátina indescartable
de pena y melancolía.
Cuando un cielo azul inunde tus pupilas
y naufragues desamparado,
tenso y expectante
como quien fue padre por primera vez.
Cuando ir de un lugar a otro te vuelva loco
pero a la vez te salve de la peor de las locuras:
que es postrarse a la indecisión,
al querer pero no querer.
Cuando te sorprendas abriendo demasiado la boca,
poco favorecido pero radiante de felicidad,
pensando, que es lo mismo,
en la nada o en el todo…
Entonces, amigo mío,
cuando ocurra todo ello,
cuando ocurra todo ello y sin embargo no te vanaglories,
entonces, amigo, entonces sabrás que estás vivo.
Madame Lanka
Actualizado: 5 sept 2019
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