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Jumbo

Foto del escritor: paupujol5paupujol5

Actualizado: 5 sept 2019


Esta es la historia de un pobre elefante al que llevaron a Hikaduwa para celebrar una fiesta en la que él, junto a muchos otros elefantes, sería la atracción principal… Se llamaba Jumbo, en honor al Rey de lo elefantes africanos. Jumbo, claro, como el 30% de los elefantes asiáticos, vivía en cautiverio. No sabía que harían con él, solo que esa mañana le habían puesto las cadenas sobre el camión en el que lo iban a transportar…

Aunque muchos os sorprenderéis al leer esto, Jumbo se sentía triste aquella mañana. Una pena e impotencia indecibles, como la del que se sabe inocente y sentencian a prisión, le recorrían desde su sonrosada trompa hasta su movediza cola, tan diestra a la hora de espantar mosquitos. ”¿Qué harán conmigo?” Se preguntaba silenciosamente, sin siquiera osar barritar de tanto miedo que tenía. Sí, los elefantes, no nos olvidemos de ello, muestran comúnmente dolor, humor y conciencia de sí mismos..

Cuando le dejaron en un minúsculo prado cerca de la playa, pensó que la cosa se ponía mejor. Al fin y al cabo aquél era un país budista, y los budistas, como todo el mundo sabía, eran personas infinitamente compasivas.

Poco le duró a Jumbo la agradable sensación de estar pastando a sus anchas, aunque fuera junto a dos humanos en un espacio tan reducido que no pudiese dar cinco pasos seguidos. Aquello, en comparación al hecho de ir en camión, era como estar en la gloria.

Como decíamos, poco le duró a Jumbo esa sensación, pues al poco rato, los dos humanos que un poco antes le vieran comer comenzaron a ataviarle con sus mejores galas. Una suntuosa y colorida capa junto al resto de majestuosos ropajes provocarían esa tarde los vítores del gran público… Ya faltaba menos, y Jumbo no sabía a qué atenerse…

Esta es la historia de una joven y radiante pareja que decidió emprender un largo viaje y que, atraída por sus playas salvajes, recaló en Hikaduwa un día del mes de agosto.

Aquella mañana, la radiante pareja decidió ir dando un paseo hasta el Tsunami Honganji Vihara, un buda de 15,8 metros que Japón donó a la ciudad srilanquesa tras el Tsunami del 2004. Paula y Pau – así se llamaba cada miembro de la pareja, aunque a veces se hicieran llamar dospaus- decidieron hacer un alto en el mercado dominical. Ambos observaron incrédulos el bullicio y ajetreo, el color de las frutas y las especias y esos rostros humildes reclamando efusivamente su atención. Aquel vocerío indescifrable les recordaba que estaban lejos de su casa y que allí era todo muy distinto…

Tras el alto en el camino, reanudaron su paso por una concurrida calle, hasta que de nuevo, sorprendidos al ver un elefante que parecía estar alegremente pastando en un minúsculo campo, decidieron hacer otro alto. Se pararon a contemplarlo preguntándose qué haría ese paquidermo allí. ¿Habría sido rescatado por alguna ONG? Pronto se disiparon sus dudas al ver que el propio elefante, con su trompa, ayudaba al hombre que permanecía a su lado a ponerse sus propias cadenas. ¡Entregándole sumisamente su libertad! Eso les recordó al instante la historia de tantos pueblos que se encadenan a sí mismos… ¿Operaría en el fondo-tras los pueblos y el elefante- el mismo proceso cognitivo?

Esta es la historia de un pueblo maravilloso. De un país con alma, con tanto cielo que por él podrían volar todos los pájaros del mundo.

Dicho pueblo, una cálida noche del mes de agosto, celebraba en una de sus ciudades una fiesta ancestral. Por ella iba a desfilar Jumbo, con una pena tan honda que por sus ojos hubiese podido precipitarse toda la humanidad…. Tuvo que dar decenas de vueltas por el pueblo, cargando, sí, sobre su lomo, las cadenas que él mismo se había puesto y al hombre que lo había vestido.

Esta es una historia contradictoria. Una colisión entre lo ancestral, el relativismo cultural y el sufrimiento de los animales. Ningún animal debe sufrir para el divertimento del ser humano. La tradición y la cultura son dos pilares fundamentales que, en la medida de lo posible, deben revestirse para que la historia de la humanidad mantenga incólume ese hilo que la hace, pese a todo, pese a sus diferencias e incompatibilidades, única y global. Pero lo global no es este mundo que se fractura ni es tampoco esa mitad del planeta que abandona a la otra, como muchos quieren hacernos creer, sino lo contrario, la solidaridad y el respeto hacia el prójimo. Sea el prójimo Jumbo o el mismísimo Rey de Saba.

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Creado por Pau Pujol. Creado con Wix.com

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